NouCOPC - Opinión

El absurdo como norma
Por Joaquín Morata


 

 

En los últimos años vengo observando, o teniendo la sensación, de que el absurdo se ha implantado como regla de conducta.

No me refiero al COPC, que… por supuesto. Eso vendrá más abajo. Me refiero a todos los ámbitos de nuestro occidental y oriental universo.

A nivel económico nos encontramos con una crisis provocada por el capital que se trata de resolver, fundamentalmente, con presión sobre la fuerza de trabajo y, el colmo del absurdo, promovida la solución por parte del capital. No quiero imaginar lo que diría Marx si levantara el puño.

A nivel político, lo mismo que denuncio con respecto al COPC: prepotencia, maniqueísmo, olvido de los administrados, luchas intestinas y burla solemne (por poner un ejemplo reciente, el patrimonio de un presidente de una comunidad autónoma cifrado en una cantidad tan ridícula que… de increíble pasa a absurda).

A nivel social, el absurdo de convertir en noticia de telediario a un señor que se toca los “mismos” en un concurso de tv sería una muestra. Los problemas de los juzgados de Madrid saturados ante demandas de personajes de dudosa catadura, la valoración del éxito mediático como realidad de yo qué sé, la conversión de la información en sensacionalismo barato…

En algunos momentos he llegado a sentir que el imbécil era yo.

Gracias a los dioses, de vez en cuando, se aprecia algún detalle de lucidez que me hace pensar que no, no estoy tan equivocado y, esencial para una salud mental aceptable, no estoy tan solo como pudiera pensar.

Y, como suele ser habitual, esto viene a cuento de un nuevo absurdo que me ha obligado a vivir nuestro COPC y que, en un primer momento, me ha dejado con cara de idiota y luego, eso habría que tenerlo en cuenta, con cólera suficiente para cometer una coherente pero indeseable idiotez.

Te cuento. Y, aunque te parezca que me repito, te aseguro que es un nuevo collar (aunque el perro sea el mismo).

En Abril del año pasado solicité se me permitiera consultar las actas de la Junta Permanente de nuestro COPC.

Me contestaron que, bueno, que podría ser pero que se iba a consultar a la Agencia de Protección de Datos por si lesionaba algún derecho a la intimidad.

Pasan los meses. Consulto a la Agencia de Protección de Datos por si tienen alguna consulta del COPC pendiente. Y me confirman que no. En Octubre.

Inmediatamente, es decir en Octubre, vuelvo a escribir al COPC para pedirle que me informe de cómo está el tema de consultar las actas de nuestra Junta Permanente.

Pasan los meses sin respuesta.

Y, de nuevo, acudo al Síndic de Greuges a poner en su conocimiento esta situación.
Sí, es entonces cuando se mueven. ¡Qué lástima!.

Y, aquí viene el absurdo, se atreven a responder lo siguiente:

“Li recordó que des que varem parlar pel tema de que vosté volia venir a veure les actes de la Junta Rectora (es Permanente, pero bueno), no hem tingut més noticies seves”.

Menos mal que todas las comunicaciones con nuestro Colegio Profesional las realizo por escrito, porque si no…

Parece que no hay ningún reparo en mentir por escrito con el logo del COPC. (Si alguien quiere financiar un recurso contencioso-administrativo y la posibilidad de uno penal, que me lo diga).

Sigo…

“Potser al no venir a la reunió de la Comissió Permanent tal com se li va proposar (para hablar de la solicitud de cese del Vicedecano, no para otra cosa), vosté ja no hi ha pensat més”.

Olé y olé.

Los expertos en la mente humana somos así, tenemos un don que nos permite adivinar lo que otros (quizás) piensan. Y lo tomamos como cierto y guía nuestros actos.

Acabo…

“Des aleshores (¿cuándo?, ¿cuándo es “aleshores”?...) aquestes actes están separades i a la seva disposició.”

¡Bien!.

Una vez más, he necesitado casi un año, varios escritos y una queja al Síndic para conseguir ejercer un derecho.

Quizás exagero y no es para tanto. Quizás soy yo el que está fuera del sistema y la realidad que nos toca vivir es ésta. Una realidad en que lo blanco es azul, o verde si me subo a una palmera. Una sociedad en que las reglas sociales y legales son usadas por el poder -por cualquier poder- como ropa interior de quita y pon (y además desechable).

Sé que yo solo no cambiaré el mundo llevando mis bolsas de envases y vidrio al contenedor de reciclaje. Pero sé de cierto que, si no lo hago, contribuyo a que todo siga igual.