Ex-pectacular.
                Así, 
                  con “x”.
                Tenemos 
                  una sede expectacular. 
                Mientras 
                  esperaba, con todos, durante una larga hora, a que comenzara 
                  el acto pensaba que mi crónica de una inauguración 
                  criticada iba a ser bastante acrítica. Vale, todo es 
                  mejorable… pero tenemos una sede estupenda. Que lo nuestro 
                  nos ha costado y nos costará, pero eso es otro tema… 
                  y la sede es estupenda.
                Pero 
                  como sé que este correo está siendo esperado por 
                  más de uno (y no sólo por ti, sino por más 
                  de uno de la Junta de Gobierno), voy a comenzar por el principio.
                Cuando 
                  ha sonado el despertador, en el exterior marcaba 3 grados sobre 
                  cero. Me lo había organizado para tener toda la mañana 
                  libre y, tan pronto he alcanzado la lucidez suficiente, he pensado 
                  que había cientos de cosas mejores que hacer que bajar 
                  a Barna y asistir a la dichosa inauguración.
                Podía 
                  aprovechar para limpiar las jaulas de los gamusinos, incluso 
                  podía sacarlos a pastar un poco. Me podía dedicar 
                  a limpiar la cocina o hacer esa colcha de ganchillo que lleva 
                  años inacabada… Pero no. He resistido la tentación 
                  y me he metido en la autopista.
                Antes 
                  de acercarme a nuestra nueva sede, he aprovechado el viaje para 
                  visitar la también nueva sede del Síndic de Greuges, 
                  ya sabes, esa figura que tiene como misión "garantizar 
                  el derecho de todas las personas a una buena administración 
                  y lo hace con independencia y objetividad". Y eso es lo 
                  que he ido a buscar: objetividad. A ver si es que a mí 
                  se me estaba yendo la pelota y lo que veía y sufría 
                  no era para tanto. Pero eso, también es otro tema.
                De 
                  nueva a sede a nueva sede y tiro…
                Lo 
                  primero es que el asunto del aparcamiento a esas horas está 
                  algo complicado y pasa por meter el coche en un parking de esos 
                  que parece que además de guardar el coche te hagan algún 
                  tipo de favor sexual o le saquen brillo a los números 
                  de la matrícula… Ya sabes, un pico de euros la 
                  hora.
                Pero 
                  valió la pena no encontrar aparcamiento para así 
                  pasar dos veces por delante de la puerta y ver el nombre de 
                  nuestro colegio en la fachada. Olé y olé. Existimos. 
                  Ya no estamos en un piso escondido sin placa en la puerta, ahora 
                  tenemos toda una fachada para nosotros. Olé.
                Da 
                  como gusto pasar por la calle y pensar que esa fachada es la 
                  de “mi” colegio profesional. 
                La 
                  sede es guapa. Bueno, es nueva y eso ayuda. Pero es otra cosa. 
                  Toda la parte de abajo, justo en la entrada, está para 
                  atender al colegiado y tiene pinta de estar ahí para 
                  atenderte. Eso está muy bien. Y la parte administrativa, 
                  más de trabajo, con sus despachos y tal, está 
                  en un piso superior al que se llega por varias escaleras y un 
                  ascensor. Bien. No sé si han tenido en cuenta nuestras 
                  necesidades, como prometieron que harían, pero hay que 
                  pensar que estará montado para hacernos las cosas fáciles.
                En 
                  un primer paseo, gusta. 
                No 
                  me he dedicado a buscar fallos, que quizás los haya y 
                  oí a otras personas que sí criticaban. A mí, 
                  el local, me parece bien. Tiene muchas posibilidades y me parece 
                  que nos lo merecemos (eso y más, por supuesto).
                Otra 
                  cosa, supongo, es lo que se haga con él.
                Pero 
                  vamos al acto.
                Pues, 
                  lo normal “pa un acto”. Gente con corbata, fotógrafos, 
                  un cámara de video, un par de azafatas, gente que se 
                  saluda y forma grupos. También gente totalmente aislada 
                  sin saludar ni hablar con nadie. 
                Y 
                  una larga espera. Vamos a culpar a los políticos y a 
                  sus complejas agendas pero el asunto es que el acto ha comenzado 
                  sobre la una.
                En 
                  ese tiempo de espera me dediqué a mirar la sala desde 
                  mi rincón (cuarta fila, a la izquierda según se 
                  entra, ya he encontrado un sitio para la próxima Junta 
                  General). Pues eso, miraba al personal y me han llamado la atención 
                  (a mí y a todos) que las últimas cuatro filas 
                  del salón de actos estaban ocupadas por gente muy joven 
                  que escribía en unas libretas, como si estuvieran haciendo 
                  deberes. Además de por su juventud, llamaban la atención 
                  porque iban muy bien arreglados, con sus camisas blancas, su 
                  etiqueta identificativa…
                Como 
                  soy curioso y no me gusta elucubrar, me he levantado y les he 
                  preguntado quienes eran y qué hacían. Y, con juventud 
                  y naturalidad, me han respondido que eran estudiantes de Relaciones 
                  Públicas de la Universidad de Barcelona y estaban haciendo 
                  un trabajo sobre comunicación no verbal, que nos estaban 
                  analizando.
                Realmente 
                  me ha parecido algo genial. Incluso, luego, al acabar el acto, 
                  les he dado mi dirección de correo electrónico 
                  y les he pedido que me hicieran llegar sus trabajos que los 
                  publicaría en Internet. Puede ser algo tremendamente 
                  interesante. 
                Dejo 
                  para vuestra reflexión preguntaros cómo habían 
                  ocupado más de veinte plazas en una inauguración 
                  oficial un grupo de alumnos de la UB.
                Y 
                  ahora aprovecho para una rectificación, dije en un correo 
                  que todo el que cobraba del COPC estaba invitado. Era incorrecto. 
                  Parece ser que no todo el que cobra (no mucho) estaba invitado. 
                  Al menos a mí me han comentado que había miembros 
                  de las Juntas Rectoras de las Delegaciones y miembros de Secciones 
                  que no habían sido invitados por aquello del aforo, recuerdas?. 
                  Vale.
                Si 
                  alguien conoce a algún profesor que de algo parecido 
                  a Comunicación no verbal en la Universidad de Barcelona, 
                  que tenga mano en el COPC y pueda colar a sus alumnos a hacer 
                  un trabajo en una inauguración oficial a la que no están 
                  invitados las colegiadas y colegiados… que me lo diga.
                Pero 
                  bueno, es la anécdota del día. 
                Más 
                  adelante te hablaré de la pifia del día.
                El 
                  acto. Pues eso, como todos los actos. Habla el Decano, habla 
                  la primera Decana del COPC, habla el Presidente del Consejo 
                  General de Colegios, habla la Consellera de Justicia, habla 
                  el Alcalde.
                Demasiado 
                  Excelentísimo e Ilustrisimo en un mundo en que ya se 
                  han eliminado esos títulos en el tratamiento, pero bueno… 
                  algunos son así y les gusta dar jabón.
                Tras 
                  el acto, la copa de cava.
                Dos. 
                  Me he tomado dos.
                Y 
                  podía haberme tomado más, y cervezas y refrescos… 
                  Muy mono. Con sus camareros y todo. Bien. Un poco estrechos 
                  pero bien.
                Y 
                  ahora va otra rectificación: el catering… pues 
                  no tan de lujo. Son mejores los de Juntas Generales. Ahí 
                  no hemos tirado el dinero. 
                Todo 
                  bien. Tú también podrías haber venido y 
                  nadie te hubiera impedido la entrada. Yo me esperaba un par 
                  de gorilas en la puerta controlando la entrada, pero ná 
                  de ná. Hasta los vecinos podían haber entrado 
                  a tomarse algo.
                He 
                  aprovechado el momento y, con la copa de cava en la mano, he 
                  paseado por nuestra hermosa nueva sede. Tenemos una terraza 
                  aún más exx-pectacular. Y allí me he acomodado 
                  a fumarme un cigarrillo y a pensar en lo poco que podía 
                  contar del acto.
                Ja!. 
                  Supongo que lo que se canta en “Pedro Navaja” es 
                  bastante acertado: si 
                  naciste pa martillo… del cielo te caen los clavos.
                Mientras 
                  estaba en la terraza ensimismado en mis pensamiento, dos o tres 
                  personas más hablaban en otra zona, aparece nuestro Decano 
                  a despedirse de esas personas y a decirles que se va a comer 
                  con los Decanos (supongo que se referiría a los Decanos 
                  de las Facultades de Psicología de las distintas universidades 
                  y alguien más que habría asistido al acto). Yo, 
                  correcto y prudente, levanto la mirada para saludarlo ligeramente 
                  y con respeto.
                En 
                  esas, mi Decano, tu Decano, nuestro Decano, el Decano del COPC, 
                  levanta un dedo..., no, no pienses mal..., levanta el dedo índice, 
                  (como cuando riñes o llamas la atención a alguien) 
                  y me dice, sin acercarse y ya desde la puerta: “Morata, 
                  al tanto amb els emails”, moviendo el dedo así 
                  como tú lo harías si quisieras reñir a 
                  un niño, “al tanto amb els emails”, repite.
                Lo 
                  reconozco: me quedé pasmado y tarde un segundo en reaccionar. 
                  No quiero imaginar la cara que se me tuvo que quedar.
                Conseguí 
                  sobreponerme y le repliqué sonriendo que mientras me 
                  dieran motivos…
                Y 
                  él insitió: “al tanto amb els emails que 
                  tendrás noticias mías” y unos sonidos como 
                  si tú intentaras pronunciar la letra “ch” 
                  con los dientes juntos… (pruébalo y verás)… 
                  :) 
                Yo 
                  me sentía tan aturdido que sólo acerté 
                  a imitarlo, levantar el dedo índice como él, moverlo 
                  como él y hacer esos sonidos como él.
                No 
                  me dio tiempo de más. Desapareció de la terraza 
                  mientras yo me debatía entre la risa y la indignación.
                Él 
                  se fue a comer con algunos de los asistentes al acto y no sé 
                  quién habrá pagado.
                Yo 
                  me quedé con el cuerpo jotero y pensando si sería 
                  algo personal.
                Menos 
                  mal que mi visita anterior al Síndic me hacía 
                  pensar que no, que no es nada personal. Es, simplemente, una 
                  manera de hacer.
                Joaquín 
                  Morata