NouCOPC - Opinión

Dos copas de cava y "al tanto amb els emails"
Por Joaquín Morata


 

 

Ex-pectacular.

Así, con “x”.

Tenemos una sede expectacular.

Mientras esperaba, con todos, durante una larga hora, a que comenzara el acto pensaba que mi crónica de una inauguración criticada iba a ser bastante acrítica. Vale, todo es mejorable… pero tenemos una sede estupenda. Que lo nuestro nos ha costado y nos costará, pero eso es otro tema… y la sede es estupenda.

Pero como sé que este correo está siendo esperado por más de uno (y no sólo por ti, sino por más de uno de la Junta de Gobierno), voy a comenzar por el principio.

Cuando ha sonado el despertador, en el exterior marcaba 3 grados sobre cero. Me lo había organizado para tener toda la mañana libre y, tan pronto he alcanzado la lucidez suficiente, he pensado que había cientos de cosas mejores que hacer que bajar a Barna y asistir a la dichosa inauguración.

Podía aprovechar para limpiar las jaulas de los gamusinos, incluso podía sacarlos a pastar un poco. Me podía dedicar a limpiar la cocina o hacer esa colcha de ganchillo que lleva años inacabada… Pero no. He resistido la tentación y me he metido en la autopista.

Antes de acercarme a nuestra nueva sede, he aprovechado el viaje para visitar la también nueva sede del Síndic de Greuges, ya sabes, esa figura que tiene como misión "garantizar el derecho de todas las personas a una buena administración y lo hace con independencia y objetividad". Y eso es lo que he ido a buscar: objetividad. A ver si es que a mí se me estaba yendo la pelota y lo que veía y sufría no era para tanto. Pero eso, también es otro tema.

De nueva a sede a nueva sede y tiro…

Lo primero es que el asunto del aparcamiento a esas horas está algo complicado y pasa por meter el coche en un parking de esos que parece que además de guardar el coche te hagan algún tipo de favor sexual o le saquen brillo a los números de la matrícula… Ya sabes, un pico de euros la hora.

Pero valió la pena no encontrar aparcamiento para así pasar dos veces por delante de la puerta y ver el nombre de nuestro colegio en la fachada. Olé y olé. Existimos. Ya no estamos en un piso escondido sin placa en la puerta, ahora tenemos toda una fachada para nosotros. Olé.

Da como gusto pasar por la calle y pensar que esa fachada es la de “mi” colegio profesional.

La sede es guapa. Bueno, es nueva y eso ayuda. Pero es otra cosa. Toda la parte de abajo, justo en la entrada, está para atender al colegiado y tiene pinta de estar ahí para atenderte. Eso está muy bien. Y la parte administrativa, más de trabajo, con sus despachos y tal, está en un piso superior al que se llega por varias escaleras y un ascensor. Bien. No sé si han tenido en cuenta nuestras necesidades, como prometieron que harían, pero hay que pensar que estará montado para hacernos las cosas fáciles.

En un primer paseo, gusta.

No me he dedicado a buscar fallos, que quizás los haya y oí a otras personas que sí criticaban. A mí, el local, me parece bien. Tiene muchas posibilidades y me parece que nos lo merecemos (eso y más, por supuesto).

Otra cosa, supongo, es lo que se haga con él.

Pero vamos al acto.

Pues, lo normal “pa un acto”. Gente con corbata, fotógrafos, un cámara de video, un par de azafatas, gente que se saluda y forma grupos. También gente totalmente aislada sin saludar ni hablar con nadie.

Y una larga espera. Vamos a culpar a los políticos y a sus complejas agendas pero el asunto es que el acto ha comenzado sobre la una.

En ese tiempo de espera me dediqué a mirar la sala desde mi rincón (cuarta fila, a la izquierda según se entra, ya he encontrado un sitio para la próxima Junta General). Pues eso, miraba al personal y me han llamado la atención (a mí y a todos) que las últimas cuatro filas del salón de actos estaban ocupadas por gente muy joven que escribía en unas libretas, como si estuvieran haciendo deberes. Además de por su juventud, llamaban la atención porque iban muy bien arreglados, con sus camisas blancas, su etiqueta identificativa…

Como soy curioso y no me gusta elucubrar, me he levantado y les he preguntado quienes eran y qué hacían. Y, con juventud y naturalidad, me han respondido que eran estudiantes de Relaciones Públicas de la Universidad de Barcelona y estaban haciendo un trabajo sobre comunicación no verbal, que nos estaban analizando.

Realmente me ha parecido algo genial. Incluso, luego, al acabar el acto, les he dado mi dirección de correo electrónico y les he pedido que me hicieran llegar sus trabajos que los publicaría en Internet. Puede ser algo tremendamente interesante.

Dejo para vuestra reflexión preguntaros cómo habían ocupado más de veinte plazas en una inauguración oficial un grupo de alumnos de la UB.

Y ahora aprovecho para una rectificación, dije en un correo que todo el que cobraba del COPC estaba invitado. Era incorrecto. Parece ser que no todo el que cobra (no mucho) estaba invitado. Al menos a mí me han comentado que había miembros de las Juntas Rectoras de las Delegaciones y miembros de Secciones que no habían sido invitados por aquello del aforo, recuerdas?. Vale.

Si alguien conoce a algún profesor que de algo parecido a Comunicación no verbal en la Universidad de Barcelona, que tenga mano en el COPC y pueda colar a sus alumnos a hacer un trabajo en una inauguración oficial a la que no están invitados las colegiadas y colegiados… que me lo diga.

Pero bueno, es la anécdota del día.

Más adelante te hablaré de la pifia del día.

El acto. Pues eso, como todos los actos. Habla el Decano, habla la primera Decana del COPC, habla el Presidente del Consejo General de Colegios, habla la Consellera de Justicia, habla el Alcalde.

Demasiado Excelentísimo e Ilustrisimo en un mundo en que ya se han eliminado esos títulos en el tratamiento, pero bueno… algunos son así y les gusta dar jabón.

Tras el acto, la copa de cava.

Dos. Me he tomado dos.

Y podía haberme tomado más, y cervezas y refrescos… Muy mono. Con sus camareros y todo. Bien. Un poco estrechos pero bien.

Y ahora va otra rectificación: el catering… pues no tan de lujo. Son mejores los de Juntas Generales. Ahí no hemos tirado el dinero.

Todo bien. Tú también podrías haber venido y nadie te hubiera impedido la entrada. Yo me esperaba un par de gorilas en la puerta controlando la entrada, pero ná de ná. Hasta los vecinos podían haber entrado a tomarse algo.

He aprovechado el momento y, con la copa de cava en la mano, he paseado por nuestra hermosa nueva sede. Tenemos una terraza aún más exx-pectacular. Y allí me he acomodado a fumarme un cigarrillo y a pensar en lo poco que podía contar del acto.

Ja!. Supongo que lo que se canta en “Pedro Navaja” es bastante acertado: si naciste pa martillo… del cielo te caen los clavos.

Mientras estaba en la terraza ensimismado en mis pensamiento, dos o tres personas más hablaban en otra zona, aparece nuestro Decano a despedirse de esas personas y a decirles que se va a comer con los Decanos (supongo que se referiría a los Decanos de las Facultades de Psicología de las distintas universidades y alguien más que habría asistido al acto). Yo, correcto y prudente, levanto la mirada para saludarlo ligeramente y con respeto.

En esas, mi Decano, tu Decano, nuestro Decano, el Decano del COPC, levanta un dedo..., no, no pienses mal..., levanta el dedo índice, (como cuando riñes o llamas la atención a alguien) y me dice, sin acercarse y ya desde la puerta: “Morata, al tanto amb els emails”, moviendo el dedo así como tú lo harías si quisieras reñir a un niño, “al tanto amb els emails”, repite.

Lo reconozco: me quedé pasmado y tarde un segundo en reaccionar. No quiero imaginar la cara que se me tuvo que quedar.

Conseguí sobreponerme y le repliqué sonriendo que mientras me dieran motivos…

Y él insitió: “al tanto amb els emails que tendrás noticias mías” y unos sonidos como si tú intentaras pronunciar la letra “ch” con los dientes juntos… (pruébalo y verás)… :)

Yo me sentía tan aturdido que sólo acerté a imitarlo, levantar el dedo índice como él, moverlo como él y hacer esos sonidos como él.

No me dio tiempo de más. Desapareció de la terraza mientras yo me debatía entre la risa y la indignación.

Él se fue a comer con algunos de los asistentes al acto y no sé quién habrá pagado.

Yo me quedé con el cuerpo jotero y pensando si sería algo personal.

Menos mal que mi visita anterior al Síndic me hacía pensar que no, que no es nada personal. Es, simplemente, una manera de hacer.

Joaquín Morata